La Prinzessin de la casa ya va a cumplir un mes de vida, así que ya va siendo hora de que te cuente como fue mi cuarto parto.  Si me has ido leyendo, sabrás que estuve varias semanas con los famosos (y agobiantes) pródromos de parto e incluso me llegaron a ingresar porqué parecía que estaba de parto, pero nada… lo bauticé como mi falso parto.

Lo bueno de todo esta incertidumbre de si el parto arranca o no arranca, es que debió servir para preparar a mi cuerpo, pues el parto no pudo ser más rápido.

El miércoles 23 de agosto, a las 4 de la madrugada me despertó un dolorcillo como de regla. Ni siquiera sabía si era real o soñaba, pero como llevaba tantos días con dolorcillos, no le hice caso y volví a dormirme.

A las 5 en punto me levanté al baño y me volví a acostar, al momento me dio una contracción suavita que tampoco tomé en cuenta (estaba medio zombie). Pero al escuchar la campanada de las cinco y cuarto, me di cuenta de que llevaba 4 y molestaban un poquillo pero no más que las de los últimos días.

Cogí el móvil para controlarlas con la aplicación que venía usando estas últimas semanas y no eran regulares. Venían cada seis, tres, cinco, seis, dos… minutos, pero me daba la sensación que iban subiendo de intensidad.

El Gran Jefe me preguntó si quería que llamase a su tío para que nos acercase al hospital, pero solo llevaba media hora  y no estaba segura, no quería molestar y que fuese otra falsa alarma.

Me senté en la pelota y me dio una contracción fuertecilla. Mi marido me volvió a preguntar si llamaba. Mi respuesta fue un «¡cállate!» muy seco y, como me conoce, no tuvo duda y llamó.

Su tío vive cerca y en lo que tardé en vestirme y coger las cosas, estaba en casa. El Gran Jefe se las vio venir, y ya se había vestido mientras yo todavía le decía que no llamase aún.

El trayecto hasta el hospital fue tranquilo. Las contracciones me iban dando a cada poco rato, pero eran muy soportables (recuerdo mucho peores las del trayecto del segundo, que hasta me molestaban los baches de la carretera).

Entramos por la puerta del hospital a las 6:10 de la mañana. No había caminado ni veinte metros, cuando me dio una contracción fuertísima y muy larga y, de repente, me entraron ganas de pujar. No podía seguir caminando, me quedé apoyada en la pared, no podía moverme.

Desde recepción me vieron y nos dijeron que no nos moviésemos de ahí que llamaban a maternidad. Enseguida llegaron la matrona y una doctora, corriendo con la silla de ruedas y el kit de partos por si acaso.

Tenía un calor horrible y la carrera por el pasillo, hasta llegar a maternidad, me vino bien para que me diese aire fresquito.

Entramos directamente al paritorio, me subí corriendo en la cama y me quité la ropa. ¡Necesitaba pujar ya! Pero me dijeron que esperase un momento para que les diese tiempo a preparar todo para recibir a la bebé.

Sinceramente, desde que me subía  la silla de ruedas, ya no había notado el dolor de las contracciones. No se si por estar ya en el expulsivo que no duelen o porqué la situación hizo que me olvidase de ellas.

Cuando finalmente estaba todo listo, que fue un momento de nada, pude comenzar a pujar. En el primer pujo se rompió la bolsa de aguas y se lio tal desastre, que me entró la risa. Enseguida vino la segunda contracción, pujé todo lo fuerte que pude y salió la cabecita de mi niña y en la tercera, a las 6:35, se escurrió como un pececillo.

Decir, que entre las dos primeros pujos, la enfermera estaba intentando ponerme la vía. ¡Sí, entre pujo y pujo! Por lo visto, era tan urgente que no podía esperar unos minutos.

Yo no me di cuenta, pero dice mi marido que en el segundo pujo le agarré la mano a la chica y se la dejé colorada de la fuerza. Le debió doler porqué dejó el tema de la vía para el final.

Enseguida me pusieron a la nena encima y no tardó nada en buscar el pecho y ponerse a mamar, todavía con el cordón umbilical sin cortar.

En mi plan de parto pedí, que si era posible, esperaran hasta que la placenta saliera para cortar el cordón. Pero la matrona me dijo que no podía ser porqué, siendo un cuarto parto, había más riesgo de hemorragias y, por prevenir, debían ponerme oxitocina. Por lo que esperaron a que dejase de latir, y el papá lo cortó. Al poco noté otra vez las ganas de pujar y salió la placenta.

Mi preocupación eran los puntos, y como en los demás partos, no fueron necesarios.

Como ves, el parto fue muy rápido, solamente pasaron veinte minutos desde que llegamos al hospital hasta que nació la bebé. El tener un parto tan rápido es el sueño de cualquier embarazada, pero una vez pasado todo, me quedó la sensación de no haberlo disfrutado.

Yo ya sabía que había riesgo de tener un parto precipitado porqué el tercero también lo había sido (y por eso me habían ingresado la semana anterior). Pero en esa  ocasión, al haber roto aguas sin contracciones, tuve tiempo de hacerme a la idea de que Anuar ya venía y disfrutar del momento hasta que se desencadenó todo pasadas unas horas. Esta vez, fue tan fugaz que no me dio tiempo a asimilarlo, me quedó la sensación de no haberlo vivido, como si lo hubiese visto desde fuera.

Aisha nació en la semana 38+4, con 3’690Kg y 53cm. Con su llegada, podemos decir que nuestra familia está completa. Es el toque de color de rosa que faltaba en la casa.