Ayer fue 15 de Octubre, el Día Internacional de la muerte gestacional y neonatal, y creo que era el día perfecto para hablar del tema y contarte mi experiencia, pero el día se me complicó y no pude terminar el post.

No suelo hablar del tema, pero sí, yo también formo parte de esta comunidad de padres que hemos perdido un bebé.

Si has estado embarazada, seguro que te sentiste mamá el día que viste el positivo en el test, ya visualizaste a esa lentejita diminuta como un bebé, tu bebé. Y eso es lo que el entorno no entiende, no entienden que te aferres a ese bebé que todavía no está formado.

Mi cuarto embarazo, como todos, fue buscado y llegó a la primera cuando Anuar tenía 8 meses. Esta vez decidí cambiar de ginecólogo porqué el mío está tan saturado que pasas horas en la sala de espera. Pero no fue una buena idea, no he visto persona más desagradable en mi vida.

El día de la visita, estaba de casi 7 semanas y había manchado un poco, por lo que me hizo una eco y me dijo: «aquí no hay nada, el embarazo son imaginaciones tuyas«. ¡Imagina como me quedé! Le dije que me había hecho varios test y todos daban positivo; y volvió a sorprenderme: «estarían defectuosos». Me hicieron una beta y tenía que llamar al día siguiente para ver el resultado. Evidentemente me fui muy triste porqué no entendía nada, pensaba que lo había perdido y a la vez estaba cabreada por lo borde que fue. De la beta no tuve noticias, llamé y me dijeron que el resultado tardaría una semana ¿desde cuándo una beta tarda una semana?. En fin, que ya no volví por allí.

Pedí cita con mi ginecólogo de siempre y por suerte me la dieron a los dos días, un miércoles. Le comenté lo ocurrido y decidió ver que pasaba. Me hizo una eco y… ¡ahí estaba mi bebé! Todo estaba perfectamente y su corazoncito latía con fuerza. No había de qué preocuparse.

Pero esa felicidad duró poco. El viernes comencé a manchar un poquito otra vez, como no tenía dolor ni ninguna molestia, esperé a ver si paraba. No paró y el sábado empezó a ir a más, ya era sangre roja y con coágulos. Ahí ya vi claro lo que estaba pasando y fui a urgencias.

Tuve que ir sola, pues no teníamos con quien dejar a los niños. Recuerdo ir en el tren mirando por la ventana pero realmente no veía nada, mi cabeza no estaba allí.

En el hospital no había nadie y me atendieron enseguida. La doctora pronto confirmó lo que yo ya sabía, el bebé ya no estaba. Me hicieron una analítica y me propusieron quedarme ingresada, pero preferí irme a casa. Me dijo que si tenía dolor o fiebre volviese y si no, que el lunes fuese con mi ginecólogo.

El camino de vuelta se me hizo todavía más largo que la ida, aguanté las ganas de llorar todo el trayecto. Era 19 de marzo, el Día del Padre, un día de celebración que se volvió gris.

Por suerte, no tuve ningún dolor y lo expulsé todo de forma natural, con lo que no necesité legrado. Mi ginecólogo me hacía una analítica cada semana para ir viendo como bajaba la hormona del embarazo, que tardó un poco más de un mes en volver a la normalidad.

Este mal trago, a parte de con mi marido y los niños, solamente lo compartí con mi hermana, mis cuñadas y unas grandes amigas  que conocí durante el tercer embarazo y con las que hablaba a diario por Whatsapp. No lo conté ni a mi madre, no quise que se preocupase y no supiese como ayudarme estando tan lejos.

Esta experiencia me hizo buscar por internet, ver vídeos de otras mamás que habían pasado lo mismo, conocí grandes personas en las redes y me di cuenta que es algo que pasa con demasiada frecuencia y como no se habla del tema, parece que no es tan habitual.

La mayoría de veces no se sabe la causa, los médicos dicen que es porqué el bebé no viene bien y el cuerpo lo expulsa antes de que progrese.

Yo me siento afortunada de tener a mis hijos (aunque eso no haga que olvide a mi bebé estrella), pero hay muchas mujeres que han pasado por un aborto varias veces y llevan años buscando a su bebé arco iris y no llega. También hay muchas parejas que han perdido a sus hijos casi al final del embarazo, o que han sido grandes prematuros y no han sobrevivido, o que han nacido con alguna patología y el bebé ha muerto al poco tiempo. Es un tema del que se debe hablar porqué es algo real, algo que ocurre y ha de dejar de ser tabú para que desaparezcan, también, los comentarios desafortunados de la gente, que por no saber como salir del paso meten la pata hasta el fondo. Pero esto ya es otro tema que trataré en otro post.

Había querido contarte esto antes, pero no me sentía capaz. El nacimiento de Aisha, mi niña arco iris, ha sido lo que me ha hecho pasar página, que no olvidar, la pérdida.