En el corazón de Alemania, cada 6 de diciembre, las calles se llenan de expectación y alegría: es la celebración de San Nicolás. Al estar en Alemania, me intrigó esta festividad, ya que al principio confundía a este personaje con Papá Noel. ¿Por qué se celebraría su día en diciembre si no era Navidad?

De hecho, mi confusión no estaba tan desencaminada: San Nicolás es considerado el precursor de lo que hoy conocemos como Papá Noel. Pero, ¿quién fue en realidad?

El Legado de un obispo generoso

Originario del siglo III, San Nicolás fue un obispo que, según la leyenda, tenía un corazón enormemente generoso. Tras perder a su padre, decidió donar toda su fortuna a los menos afortunados y se retiró a un monasterio. Con el tiempo, su bondad y sabiduría lo llevaron a ser nombrado obispo de Mira.

Uno de los relatos más famosos sobre él cuenta la historia de un hombre empobrecido que, sin poder pagar la dote de sus hijas, consideró medidas desesperadas para su futuro. Para ayudarlo, San Nicolás le lanzó en secreto una bolsa con monedas de oro a través de su chimenea, salvando así a la familia de la desgracia.

La tradición del 6 de diciembre

Con el tiempo, la fecha de su fallecimiento, el 6 de diciembre del año 342, se convirtió en una celebración de generosidad y esperanza. Según la tradición, San Nicolás visita las casas de los niños esa noche. Como símbolo de gratitud y anticipación, los pequeños dejan sus zapatos cerca de la chimenea, esperando encontrar dulces y pequeños regalos a la mañana siguiente.

Las misteriosas figuras que acompañan a San Nicolás

En mi búsqueda de imágenes de esta festividad, me topé con algunas figuras que acompañan a San Nicolás y que, a primera vista, pueden resultar desconcertantes. Estos personajes, que varían desde demonios hasta seres con apariencia de cabra, tienen raíces en antiguas tradiciones y mitologías europeas. Aunque puedan parecer intimidantes, su función es enseñar a los niños sobre el bien y el mal, y a menudo, son más traviesos que malévolos.

Quizás hubiera preferido no conocer a San Nicolás y sus acompañantes en mi infancia. ¡Sin duda, me lo hubiera pensado dos veces antes de dejar mis zapatos en la chimenea!